Jorge Garcia.
Hace unas semanas, tuve la oportunidad de compartir con un equipo de trabajo indescriptible, probablemente las palabras que mejor se adaptan son: autosustentable / autosostenible. Resulta que desde hace dos años el equipo opera en una isla del caribe, alejado del resto de la operación en la región, sin una persona encargada de recursos humanos localmente. En cambio una persona desde otro país, es quien apoya a la distancia y tiene la responsabilidad de visitarlos al menos una vez al mes… esa persona: Yo.
Con apenas un par de meses de haber ingresado a la compañía y mi primera visita, mi intención primaria era conocerlos, que me conocieran, entender la dinámica del negocio, diagnosticar el estatus actual de los temas de recursos humanos e identificar en qué áreas debía comenzar a apoyar. Me tome toda la semana, lo escuche en distintas voces, con diferentes gestos y palabras, pero el mensaje era el mismo: “Nos sentimos abandonados, porque no tenemos a nadie de recursos humanos.” Y que dicha ausencia ya estaba empezando a golpear el clima organizacional de la sucursal, por la falta presencial de esa persona encargada de velar por el, según ellos, Recursos Humanos.
Decidí callar, opte por el sabio silencio y la abierta escucha a todo tipo de quejas y reclamos. Pase las noches en el hotel ideando la forma de cambiar la situación, para encontrar en ellos puentes, no muros. Manos abiertas, y no puños. Necesitaba aliados si quería que esto funcionara, y un aliado no se consigue contradiciendo o poniéndome en contra.
El último día de mi visita decidí citarlos a todos a una reunión. De alguna forma ya los conocía, y el rapport fue algo sencillo de crear. Me encontré frente a un equipo exitoso, trabajador, apasionado en lo que hace, pero sobretodo, me encontraba frente un grupo de personas que padecían la misma carencia desde el último cambio organizacional de estructura, cuando se decidió mover la plaza de Recursos humanos local.
Fue una reunión de 2 horas, una presentación simple. Estructurada de forma en que poco a poco se dieran cuenta que: el mundo no es perfecto, que las circunstancias en la mayoría de los casos no son las ideales, que probablemente podrían ser mejor… pero… ¿Qué hago mientras tanto?... la idea es entender que no existe la magia, que debo dedicarme a hacer lo mejor que pueda con lo que tengo, que las cosas no dependen de algo externo y si yo quiero que la situación cambie, la debo cambiar yo. Repasamos varios casos reales de éxito, de personas que a pesar de sufrir alguna perdida salieron adelante y dejaron un legado al mundo. Personas, no superhéroes con poderes sobrenaturales, personas como todos nosotros, con dos manos y capacidades limitadas que decidieron creer que podían hacerlo y trabajaron en ello hasta lograrlo.
Al finalizar la reunión, fue muy satisfactorio ver como todos se quedaron sentados en la sala, el cierre y palabras de agradecimiento estaban dichas. Sin embargo ellos seguían ahí. A pesar de ser un equipo que se distingue por la elevada carga de trabajo y variedad de funciones, se quedaron sentados. Como en un concierto cuando las luces del escenario se apagan y se escuchan cientos de voces al unísono, construyendo un claro: “…Otra, otra, otra…”. Pero en vez de palabras, en la sala se escuchaban risas, se sentía la ligereza que emana de un ambiente de confianza, y la fuerza que provee la sensación de poder, de capacidad, de entender que yo puedo ser e iniciar el cambio que mi equipo necesita.
Fue apenas el inicio de un cambio, fue sembrar la semilla y darme cuenta que el terreno es 100% fértil. Camino a casa en el avión retumbaba en mi cabeza la equivocada frase con aroma a excusa que escuche alguna vez de una persona: “El clima organizacional no lo construye ni depende de una sola persona”.
¿Qué pasaría si todos pensáramos igual?
¿Qué pasaría si en vez de hacer algo, decido sentarme a esperar a que alguien más lo haga, porque al fin y al cabo “no es mi responsabilidad”?
La falta de confianza en el poder que tengo para cambiar el mundo, es lo único que me impide a que lo haga. La confianza genera poder, y el poder implica responsabilidad. Y una persona al saberse y sentirse responsable, se compromete a actuar.
Por lo tanto decido terminar esta nota con una invitación. A creer. A tener la suficiente valentía de reconocer nuestro poder para sentirnos responsables de nuestra realidad y comprometernos a cambiarla.
Entonces: ¿El clima organizacional depende de una sola persona?
- ¡Si!, depende de mi.
Jorge Garcia.